DÍA 3

15-04-2009

 

Otra noche de lluvia, pero hoy más intensa. La mañana aparece también lluviosa. Así, no iremos al huerto a trabajar. Mientras las chicas marchan a su trabajo, los chicos nos quedaremos a trabajar en la iglesia.

La Junta de Andalucía restauró el convento y el centro cultural, pero no la Iglesia, que se cae a trozos literalmente. Cuando llueve hay muchas goteras y desprendimiento de cascotes dentro del propio edificio.

La restauración es una necesidad urgente, pues estar dentro es todo un peligro para la integridad física. Pero no reciben ayudas, y con unos pocos recursos van a iniciar las reformas, como dice Simeón hasta donde dé de sí el dinero.

Nuestro trabajo ha consistido en dejarla «limpia» para que pueden empezar el trabajo el día previsto. Hemos retirado y guardado candelabros, cuadros, santos, el Via Crucis, retirado los bancos, etc.

Da pena ver que la única iglesia católica de Larache esté cayendo a tierra por la dejadez de las instituciones que no prestan la ayuda necesaria.

Por la tarde, volvemos a las visitas de las familias más necesitadas. Esta vez vamos los que ayer no fuimos. De nuevo la miseria, las chabolas, las cuevas en las paredes como habitáculos. Pero también vemos en ellos su agradecimiento, su felicidad en el recibimiento. Chabolas de apenás 10 metros cuadrados donde llegan a vivir hasta 6 personas. Se aprende mucho de ellas.

Por la noche nos han preparado una comida típica marroquí: tayín de pollo. Como es lógico, lo hemos comido con las manos. No ha sobrado nada; parece que había hambre.

Después hemos compartido un rato de testimonios con las Hijas de la Caridad, con Siméon, franciscano, y Ramón, seglar casado. Nos han explicado qué hacen, por qué lo hacen y lo que sienten. Una frase podría resumir la noche: «los pobres dan sentido a mi vida».

Otro día impactante y agotador.

Puntuales, a las 23 h a dormir.

Respuestas

  1. De este día me impresionó mucho la última casa que visitamos: un pequeño y oscuro habitáculo situado en lo que sería un primer piso, al que sólo se podía acceder mediante una maltrecha escalera de mano, de madera… ¿cómo decías que era, Miguel? ¿de retazos?
    Bueno, el caso es que sólo pudimos subir dos, porque no cabíamos los cuatro ahí arriba, y aún así se tuvieron que salir la señora del enfermo que visitábamos y otro chico que había dentro. En un espacio de 3 metros de largo por 1 de ancho estaba todo lo que tenían. Lógicamente, sin agua, luz ni baño. El hombre postrado en cama desde hace meses. Ventilación cero. ¡Tremendo!

  2. Yo decia que la escalera estaba hecha de empalmes, y la verdad no se como aguantaba

  3. Los lugares donde vivían estas personas eran tremendos e impresionantes. Pero en todos te recibían con los brazos abiertos: a nosotros, además de darnos los mejores lugares de la «casa» para sentarnos, nos ofrecieron el té y unas pastas, unas palmeras. Y nos enseñaban sus chabolas y nos contaban su vida con alegría y felicidad por tenernos allí. No hay palabras para describir lo que se siente cuando ves tanta pobreza y miseria y al mismo tiempo tanto agradecimiento.
    Es imposible tener el corazón sereno: vas a ayudar y te llevas una lección. Impresionante.

  4. ahora lo recuerdo y en una de las chabolas la familia nos enseñaba el libro de familia muy orgullosos. Y en la casa donde nos ofrecieron el té y las pastitas nos enseñó la señora su album de punto de cruz, también muy orgullosa, satisfecha y alegre.

  5. Con esto que decís, hemos comentado varias veces que la gente que no tiene nada lo da todo. Y, bien leido, parece una contradicción. E incluso alguien podría pensar que, como es poco lo que tienen para dar, no tiene mucho mérito. Pero es justo lo contrario. Porque lo que te dan es TODO lo que tienen. Y no me estoy refiriendo sólo a lo material, que también, sino a cosas más importantes, menos visibles, más profundas… a eso te refieres en parte, verdad, Juanjo?
    A veces pienso que a quien menos tiene le sale la gratuidad con mucha… muchísima más facilidad que a nosotros, y llego a la conclusión de que no son tan esclavos de las cosas, las pertenencias, las propiedades personales… como nosotros. Me da mucho que pensar, la verdad. De alguna manera, siento que la pobreza hace más libre frente a determinadas cosas… y viceversa, claro. Esto lo experimento a veces desde mi intento de vivir con un mínimo de coherencia el voto de pobreza en lo cotidiano, pero lo cierto es que esta gente me lo grita sin palabras. Una gran lección para seguir profundizando.

  6. Verdad de la buena. Los esclavos somos nosotros que «ya no somos capaces de vivir» sin… un montón de cosas que en teoría están pensadas para hacernos la vida más confortable y agradable.
    En fin, la lección es impresionante. Y tontos seríamos si no la aprendiéramos.

  7. ¡Qué buenos comentarios escribís!
    Efectivamente, ese día fuimos a visitar la «casa» de alguna familia de Larache. Nos abrieron la puerta, nos invitaron a entrar y a tomar asiento. Todo ello, con una gran sonrisa en el rostro. Se alegraban de vernos allí, y también daban gracias por tener un techo que les cubriera, a pesar de la precariedad de la vivienda. Nunca una visita me había servido para aprender tanto…


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