DÍA 1

13-04-2009

El grupo: Gema, Helena, Ángela, Mª Lluch, Carla, Enrique, Juan Alberto, Andrés, Miguel, Sergio, Lidia, Araceli, Agustín y Juanjo.

El primer día, madrugón y 26 horas, pues en Marruecos el reloj transcurre con dos horas menos que en España.

Un par de aviones y llegamos a Tánger. Allí nos esperan los hermanos franciscanos Simeón y Giuseppe con dos coches. Pedimos dos taxis más y emprendemos camino a nuestro destino, donde llegamos después de una hora de viaje: Larache, una ciudad costera atlántica de unos 120000 habitantes, a 80 Km al sur de Tánger.

El viaje en taxi es toda una experiencia, no por nuestros conductores, que nos llevaron muy bien, sino por el resto que no tienen nada claro lo de conducir. Llegamos indemnes y de buen humor.

Con el cambio horario vamos un poco desajustados. En Marruecos es mediodía, pero para nosotros ya ha pasado la hora de comer. Y tenemos hambre, a pesar de que en Barajas (a precio de oro) repusimos fuerzas en previsión de este desajuste. Menos mal que Giuseppe nos deleitó con unos espaghettis deliciosos.

Mientras los chicos disfrutan de una merecida siesta, el resto preparamos y organizamos el trabajo a realizar:

– Un grupo atenderá a los niños del Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles, de las hermanas franciscanas, en las aulas y en el comedor.

– Otro grupo atenderá a las personas que van al comedor de las Hermanas de la Caridad en los locales de la Media Luna Roja. 

Para evitar problemas «culturales» estos dos trabajos los realizarán las chicas.

– El grupo de los chicos limpiará y adecentará el huerto y el patio trasero del Colegio de las franciscanas. A mediodía tres chicos marcharán al comedor de las Hermanas de la Caridad. También son los encargados de preparar la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar, lugar donde vivimos para que esté limpia cuando empiece su restauración.

 

Por las tardes, se organizan otras actividades, como la visita a las familias atendidas en los barrios más marginales de la población; testimonios de los cooperantes musulmanes en la parroquia; testimonio de los hombres de la calle que viven en los locales de la parroquia y visita a la Medina de la ciudad; ayuda en las clases de español y de inglés que se imparten en el centro cultural de la parroquia.

Por la tarde visitamos los lugares donde realizaremos el trabajo. Al salir de la parroquia vemos en la puerta una mesa con una bandera española extendida sobre la que se vende todo tipo de material audiovisual: el top manta y la piratería también han llegado a Larache. Y para acabar de sorprendernos, tenemos enfrente un edificio en construcción, con los tabiques, en el que ya viven varias familias sin luz, sin agua… sin nada. Si esto es el principio, deberemos tener mucha capacidad para asimilar todo lo que veremos.

Cuando volvemos a la casa, tortilla española y tomate. Última charla, organización y a dormir. Mañana empieza el trabajo, y bien pronto. A las 7 de la mañana, toque de diana. Y a las 8, en el sitio de trabajo.

Respuestas

  1. Día de llegada:
    El primer día fue realmente agotador para todos nosotros. Madrugamos mucho en Valencia para coger el avión, y, tras unas horas de viaje, llegamos a Larache. Allí tuvimos nuestro primer contacto con la realidad que nos iba a acompañar durante toda la semana.

    La ciudad de Larache mostraba un aspecto muy diferente al de cualquier ciudad española. No obstante, de ese día recuerdo muy bien la calurosa acogida con que nos recibieron Simeon y Giuseppe, y cómo se preocuparan de que en todo momento no sintiéramos a gusto.

    Por la tarde fuimos a visitar los centros en que trabajaríamos durante la semana: ¡qué simpáticas eran y qué alegría tenían las Hermanas de la Caridad y las religiosas del Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles! Ya ese día supe que la semana iba a ser inolvidable…

  2. Qué sensación!!!! Subir al avión y pensar que ya no había vuelta atrás, que íbamos a pasar siete días intensos, duros a la vez que gratificantes… Quién nos iba a decir que el domingo nadie quisiera volver…

    El primer día: agotador. Más allá del madrugón fue la tensión, el hecho de enfrentarse a lo desconocido, el nerviosismo por conocer aquello y ponerse manos a la obra.

    En realidad el primer día no hicimos nada y a la vez hicimos mucho. Casi todo el día lo pasamos en el avión y en la casa de los frailes, pero el primer contacto con aquella realidad nos hizo aterriza de verdad (y no me refiero al avión). Ser conscientes de nuestra tarea allí, nuestra misión.

    De verdad, un día agotador en todos los sentidos.


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